La soledad no deseada

En los últimos años estamos prestando especial atención a una generación única, la denominada millennial, que está formada por los jóvenes que llegaron a su vida adulta con el cambio de siglo, en el año 2000. Pero, por el contrario, estamos dejando de lado otra generación, la de nuestros mayores.

 

La última Encuesta de Población Activa realizada por el INE señala que en nuestro país había casi 4.700.000 personas viviendo solas en 2018, de las cuales dos millones tenían 65 o más años. Una parte importante de la sociedad que, normalmente, desea permanecer en su propia vivienda.

 

Es por ello que, en estos momentos, debemos priorizar la convivencia en el espacio natural de los mayores, que sigue siendo su vivienda, normalmente integrada en una comunidad de propietarios. Y es aquí donde todavía queda mucho por hacer, tanto desde el punto de vista institucional como de cambio de mentalidad.

 

Los administradores de fincas, que están en contacto directo con los residentes de una comunidad, son conscientes de la soledad en la que viven muchos mayores. Basta con descolgar el teléfono de estos vecinos para saber que la llamada es simplemente una excusa para sentirse escuchados y comprendidos.

 

Solo en Madrid capital, más de 240.000 personas se encuentran en una situación de soledad no deseada, según el Ayuntamiento.

 

En un mundo cada vez más deshumanizado, se hace necesario volver a aquellos tiempos en los que el vecino de puerta con puerta acudía a tu auxilio en caso de necesidad, te ayudaba a subir las bolsas de la compra o simplemente te hacía compañía. Es necesario que la vecindad vuelva a los edificios.

 

No olvidemos que aproximadamente 250.000 personas, un 3% de la población mayor de 65 años, están afectadas por el síndrome de Diógenes u otros trastornos asociados generados por vivir en una situación de aislamiento social. Pongamos solución a este problema desde la propia convivencia.

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